(foto tomada de internet)
Por: Taimí Antigua Lorenzo
No sé qué sentirán los lectores, pero cada vez que entro a un mall me siento abrumada con tantas mercancías, y no puedo dejar de pensar en mi pueblo cubano y sus carencias. Para la mayoría, la batalla por la subsistencia diaria en la dolida isla no termina nunca. Algo tan simple como un pomo de champú o de acondicionador de cabello ha sido, y puede ser en la Cuba de hoy, un objeto de lujo para muchas mujeres.
Hace poco leí American Black Inventors, interesante libro donde conocí a la inventora del desriz, Sarah Breedlove, la primera mujer de raza negra norteamericana que logró ser millonaria.
Hace poco leí American Black Inventors, interesante libro donde conocí a la inventora del desriz, Sarah Breedlove, la primera mujer de raza negra norteamericana que logró ser millonaria.
De joven (foto tomada de internet)
Sarah Breedlove nació el 23 de diciembre de 1867 en Delta, Louisiana. Fue hija de esclavos libertos, pero quedó huérfana desde niña y su vida transcurrió entre las más inenarrables adversidades. Cansada de los maltratos de su cuñado, a los 14 años se casó, pero su esposo murió en un accidente cuando ella tenía 20 años y se quedó sola con su hija A. Lelya de dos años de edad.
Se mudó a St. Louis en busca de una mejor forma de ganarse el sustento. Asistió a escuelas públicas por las noches, mientras trabajaba de día como lavandera para costear la educación de su hija.
Fue en esa época cuando comenzó a perder el cabello debido a la pobre alimentación, enfermedades, estrés, y por los populares tratamientos para estirarse el pelo que practicaban las afro-americanas de la región.
Sarah dirigió su propia batalla contra la pérdida del cabello durante la década de 1890, y comenzó a experimentar con diferentes tratamientos y productos para el cuidado del cabello. En 1905 inventó un método de estiramiento del rebelde pelo de las afro-americanas que consistía de una pomada, cepillado y uso de peines calientes.
Pomada para el desriz (foto tomada de internet)
Animada por su éxito se mudó a Denver, Colorado, donde se casó con Charles J. Walker (agente de ventas de un periódico dirigido a personas de raza negra), de quien tomó el apellido con que vivió hasta el fin de su vida, a pesar de que luego se divorció de él.
En 1906 fundó Madam C.J. Walker Manufacturing Company, pero tras el divorcio se mudó a Indianápolis y allí trasladó su fábrica. Promovió su método y productos viajando por todo el país y haciendo demostraciones. Incluso, viajó a Centro América, el Caribe y Sur América.
En 1917 se compró una mansión de 22 habitaciones, Villa Lewaro, en New York, ya que su compañía para entonces era un negocio multimillonario, el mayor que poseyera en todos los Estados Unidos alguna persona de raza negra.
Villa Lewaro (foto tomada de internet)
Sus vendedoras fueron mujeres pobres y negras, que vieron en este empleo una forma decorosa de ganarse la vida. Estas “Agentes de Walker” se hicieron muy conocidas a través de de toda la comunidad negra de Estados Unidos y el Caribe.
Con sus agentes de ventas(foto tomada de internet)
Ellas a su vez promovieron la filosofía de Walker de “limpias y amorosas” como lema para hacer avanzar en cuanto a status a las afro-americanas. Como innovadora, ella organizó clubes y convenciones para sus representantes, los cuales fueron reconocidos no sólo como exitosos vendedores sino también por sus esfuerzos educacionales entre los afro-americanos, para cuyas escuelas donó miles de dólares.
No obstante, fue criticada por muchos, que la acusaban de querer cambiar con su “método de estiramiento del cabello” el aspecto que Dios había dado a la mujer negra. Sufrió incontables sinsabores en una sociedad donde la mujer estaba confinada a las labores domésticas y carecía casi por completo de derechos civiles. Pero Sarah siguió adelante con su empresa.
Su estrategia de negocio y filosofía inspiró a incontables personas. Pero sobretodo, venció a una sociedad donde ser negro, pobre, mujer y con poca educación era estar condenado a llevar una vida miserable.
Murió el 25 de mayo de 1919 en New York. En el momento de su muerte su negocio estaba valorado en más de un millón de dólares. Su fortuna personal era de entre $600,000 y $700,000. Le dejó la tercera parte de su herencia a su hija, la cual se hizo muy conocida por su apoyo al llamado Renacimiento de Harlem. Su hija, A. Lelya (foto tomada de internet)